Deberíamos habernos quedado en casa

Bajo la divisa de un verso de Elizabeth Bishop “Deberíamos habernos quedado en casa” (recordemos que el verso original es una pregunta, si se quiere retórica, pero pregunta transformada en rotunda afirmación) esta antología de la poeta valenciana Àngels Gregori (Oliva, 1985) es un recorrido circular, andando a través de calles sin nombre o circulando por carreteras secundarias, vagones de metro y líneas ferroviarias, por los tres puntos cardinales de su cartografía poética: Oliva, Barcelona y Nueva York. Oliva, donde germinó “el ansia de sus primeras cosas”; Nueva York, ciudad obsesión, ciudad inspiración, ciudad mito, ciudad escenario; Barcelona, casi innombrado telón de fondo, siempre presente, ciudad deseada y necesaria, puente y estación de enlace para ir y volver de forma recurrente desde el recuerdo al deseo de las otras dos. “Deberíamos habernos quedado en casa” nos enfrenta al enigma que subyace en la poesía de la autora y al que la antología bien puede dar o no respuesta: ¿Para qué movernos de casa si con la imaginación podemos viajar y (re)construir los lugares amados? ¿No será que “casa

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