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Psicología. Introducción al estudio del comportamiento humano.
Rebeca Bautista Ortuño , Beatriz Bonete López , Nieves Erades Pérez , Emilia Iborra Bernabéu , Raquel Lorente Martínez , Javier Oltra Cucarella , Esther Sitges Maciá , Lorena Valverde Cano , E
La psicología (humana) se ha definido canónicamente como la ciencia que estudia el comportamiento (humano); pero antes de que la Psicología se definiera así, ya existía, desde muy antiguo, el interés por el comportamiento humano, aunque no se plasmara en un «corpus» de conocimiento psicológico, y, desde luego, no científico tal como lo concebidos hoy.
Podemos recorrer en parte ese interés recurriendo a la historia de esas palabras «conducta» y «comportamiento». Es una manera de hacer que nos enseña Skinner, sobre todo en su artículo «The originis of cognitive thought» (Skinner, 1989; 1991), en el que escribe que la «etimología es la arqueología del pensamiento», y que recurriendo a la historia de los vocablos que se refieren a lo que estudiamos (en este caso, la conducta o comportamiento) podremos describirlo y entenderlo con mayor precisión.
La palabra «conducta» viene del latín «conducta» y significa «lo guiado o conducido». Sus componentes léxicos son: el prefijo «cum»- (junto, todo) y «ductus» (guiado). Ductus es el participio pasivo del verbo «ducere», que significa «guiar», «liderar», «conducir» «tirar de» «liderar», incluso «convencer» o «persuadir», etc., y que, con diferentes prefijos, producen conceptos de un mismo ámbito semántico muy interesantes como «e-ducar», «pro-ducir», «se-ducir», etc. En inglés el verbo «to conduct» mantiene el significado original de «guiar», «liderar». Un ejemplo es la actividad de los músicos de una orquesta durante un concierto. Es una «conducta», en sentido estricto, en cuanto que es generada y guiada por el director de la orquesta (en inglés «conductor»). Volveré a esa idea de conducta que sale de su etimología. De hecho, la definición del diccionario de la RAE nos ofrece ese tipo de significados: «Gobierno, mando, guía, dirección»; además de «manera con que las personas se comportan en su vida y acciones» y «conjunto de las acciones con que un ser vivo responde a una situación».
Por su parte, la palabra «comportamiento» también viene del latín, del verbo «comportare», compuesto por el prefijo «con» (entero, junto, todo), y del verbo «portare» (portar, llevar). Así «comportar» es sinónimo de «conllevar». De ahí, la palabra comportamiento, con el sufijo «-miento», que indica resultado. Entonces, «comportamiento» es el resultado de cómo te «conllevas» con otros.
Esa diferencia entre conducta y comportamiento, que apunta el mayor componente «social» del término comportamiento, propia de ser humano, está presente a lo largo de la historia del estudio de ambos conceptos. Como señala Yela, «la psicología estudia la conducta tal y como de hecho se manifiesta, es decir, como conducta de un sujeto, y toda la historia de la psicología se encamina, entre mil altibajos y vacilaciones, hacia ese objetivo» (Yela, 1993, 8).
En la Grecia clásica, el estudio del comportamiento era concebido como en el ámbito de lo que hoy denominamos «etología». «Ethos» es una palabra griega que significa comportamiento o hábito comportamental, y se refiere al modo de comportamiento y a los rasgos de la conducta humana que forman la personalidad y el carácter de la persona. Aristóteles fue el primero que entendió la psicología como una ciencia (epistéme): Un sistema que da razón coherente de los fenómenos psicológicos, basado en los tres principios que el pensamiento griego estableció como la base en que puede asentarse toda ciencia: 1) las cosas operan según su naturaleza, no por conjuros, ritos o magias; 2) para buscar esa naturaleza hay que atenerse a los fenómenos; 3) la forma de atenerse y salvar los fenómenos consiste en dar razón de ellos. A lo que hay que agregar que los fenómenos psicológicos son, según Aristóteles, acciones significativas materiales o condicionadas por un sustrato material (Yela, 1993, 8).
Para Aristóteles la indagación psicológica versa sobre los actos de los seres vivos. Que es precisamente lo que han estudiado siempre los zoólogos y biólogos, científicos o amateurs, interesados en la vida de los animales. Los primeros intentos de la psicología experimental introspeccionista, influidos por la tradición cartesiana, escindieron, sin embargo, estos actos en dos partes incomunicables: el movimiento y la conciencia. De un lado, los movimientos físicos y orgánicos de la estimulación y la respuesta, externos, extensos, cuantitativos, empírica y públicamente observables, físicamente manipulables. De otro, los contenidos y procesos de conciencia, internos, inextensos, cualitativos, accesibles tan sólo a la introspección del propio sujeto.
Los escritos de Aristóteles sobre la psicología versan fundamentalmente sobre «el vivir de los seres vivos». Como señala Carpintero (1986, 30), a Aristóteles «le interesan los actos que los seres vivos ejecutan, las propiedades que manifiestan, en cuanto se refiere al aspecto o dimensión biológica básica…Es decir, lo psíquico tiene que ser estudiado a la vez que lo somático. … Los actos que integran la vida de un organismo dependen del acto primero, del tipo de vivir o psique que este organismo posea, y que puede ser de tres tipos: 1) Vegetativa, propia de las plantas (con funciones nutritiva, de asimilación, y de reproducción); 2) Sensitiva, propia de los animales (con funciones de percepción sensible, deseo y movimiento local, además de las señaladas en el apartado anterior); y 3) Racional, propia del animal humano (que añade a las funciones anteriores las del conocimiento empírico, racional y moral). Lo interesante es que las bases de un análisis científico de la conducta de los organismos (incluido, los humanos) ya estaban ahí. La conducta de un organismo es su «vivir», ajustándose al medio en que vive, de acuerdo con su naturaleza biológica y sus tipos o «psiques».
Y, por otro lado, muchas de las cosas que Aristóteles escribió sobre el comportamiento humano están en sus libros sobre retórica y sobre ética. En su Retórica, señala respecto a las acciones voluntarias, esto es, las acciones que tienen su causa en uno mismo, que unas se hacen por hábito (di' ethos) y otras por impulso (di' orexin), ya sea racional (logistikn) o irracional (alogon). Para Aristóteles, el «éthos» es el modo de ser que posee cada cual, que no es definido por la naturaleza sino por los hábitos que el hombre adquiere en su vida. El hábito es una disposición firme y estable para comportarnos de un determinado modo. La acción es lo que conecta el carácter y el hábito. Por otro lado, su Ética a Nicómaco comienza afirmando que toda acción humana se realiza con un fin, y el fin de esa acción es el bien que se busca. Además, muchas de esas acciones del hombre son un «instrumento» para conseguir, a su vez, otro fin, otro bien. Por ejemplo, nos alimentamos adecuadamente para gozar de salud, por lo que la correcta alimentación, que es un fin, es también un instrumento para conseguir otro fin, la salud, que consideramos un bien mayor.
Todo lo cual lleva implícito la idea de la ecuación básica de la conducta de los organismos. Recordemos que Skinner (1938; 1975) definía la conducta como: «simplemente el movimiento de un organismo o sus partes dentro de un marco de referencia suministrado por el mismo organismo o por varios objetos externos o campos de fuerza. Es conveniente hablar de ella como de la acción del organismo sobre el mundo exterior, y a veces es deseable observar un efecto en lugar del mismo movimiento».
En nuestros días, por cierto, la Etología es definida como el estudio del comportamiento de las especies animales, todas, incluido el hombre, en su medio natural. De acuerdo con Tinbergen, los objetivos de la Etología son: en primer lugar, describir el comportamiento de los animales descomponiéndolos en elementos relativamente sencillos de conducta; y, en segundo lugar, explicar cada uno de dichos elementos. La descripción del comportamiento de cada especie tiene como objetivo obtener el «etograma» de dicha especie, es decir el inventario de sus pautas de conducta. En su artículo «Sobre los objetivos y métodos en etología» (Tinbergen, 1963), Tinbergen recogía las cuatro preguntas básicas de la Etología, que permiten explicar el comportamiento y obtener así una visión global y entera del mismo. Estas cuatro preguntas son:
Causa. ¿Qué causa un comportamiento? Tinbergen señala tres supuestos que deben asumirse: (a) los animales poseen características comportamentales del mismo modo que poseen características fisiológicas o estructurales, (b) el comportamiento es mucho más que la descripción de los movimientos, y (c) los patrones comportamentales están controlados tanto por factores internos como externos. Si asumimos estos tres supuestos podemos llegar a la causa de un comportamiento. Para conocer la causa interna de un comportamiento se necesita de la fisiología y neurobiología (que hoy se recogen, en parte, en el ámbito de la Psicofisiología). Valor de supervivencia. ¿Cómo contribuye una conducta a la supervivencia y al éxito reproductivo del animal? Es decir, ¿cuál es la función adaptativa de la conducta? Un animal se comporta de una manera determinada porque debe tener un beneficio, y este beneficio se refleja en el valor de supervivencia, en la forma en que dicho comportamiento contribuye a la supervivencia del organismo. Ontogenia. ¿Cómo se desarrolla un determinado comportamiento durante la vida del organismo animal? Tiene que ver con los posibles cambios y la evolución que experimenta un patrón de conducta a lo largo de la vida de los individuos. En este sentido, hay que diferenciar entre conducta instintiva (con base genética) y conducta aprendida (con base epigenética). El comportamiento animal es instintivo y aprendido de forma parcial. El conocimiento de su fundamento sobre el cambio de la maquinaria comportamental necesitó de la genética y biología molecular a finales del siglo XX. Evolución. ¿Cómo evolucionó un comportamiento en la historia de las especies? Le respuesta es la historia filogenética de una conducta, es decir, establecer cuáles son sus precursoras, para entender como la conducta es como es actualmente y no de otra manera. Como del comportamiento no existe evidencia fósil, su estudio debe hacerse comparando entre grupos de especies relacionadas. Así pues, los antiguos escritos sobre la parte biológica del comportamiento de los animales (humanos y no humanos) se han prolongado hasta la etología actual.
Por otro lado, desde el principio de la historia de la ciencia, el comportamiento se puso en relación con la mente, con el ánima. Y así el estudio del comportamiento se ligó a otra ciencia: la Psicología.
Como es sabido, el término de psicología proviene de las palabras griegas psiqué, cuyo significado original era «soplo vital», y luego, también alma, y logos, que significa estudio. En sus orígenes la psicología se refería al estudio del alma (psiqué-logos). Por su parte, la palabra «ánima» es de origen latino y venía del griego «anemos» que originalmente quiere decir «soplo», y que luego pasó a significar también «alma», como soplo vital. Ambas son palabras onomatopéyicas: el ser humano «expira» al morir. La Real Academia de la Lengua Española nos da acepciones muy variadas del significado de la palabra «alma». De ellas nos interesan básicamente tres: 1. f. Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida. 2. f. En algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos. 4. f. Principio sensitivo que da vida e instinto a los animales, y vegetativo que nutre y acrecienta las plantas.
El tercer término de interés en esta reflexión es «mente», que también proviene del latín «mens, mentis», de la raíz indoeuropea «men- » (pensar). A la misma raíz indoeuropea pertenecen «amnesia» y el grupo semántico «demencia, memento, mención, mentor, mnemónica, vehemencia, etc.», todos relacionados, en general, con estados de la mente. La Real Academia de la Lengua Española nos da tres acepciones del significado de la palabra mente: 1. f. Potencia intelectual del alma. 2. f. Designio, pensamiento, propósito, voluntad; y 3. f. (Psicol.) Conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes, especialmente de carácter cognitivo. Si tomamos en cuenta la tercera acepción (de la primera se puede prescindir tranquilamente, porque nos dirige al concepto de alma, y también de la segunda, porque está incluida en la tercera, advertiremos una cierta confusión: ¿qué diferencia cabe entre actividades y procesos?, ¿qué significa «especialmente de carácter cognitivo»? ¿Acaso se relega lo afectivo en las afueras del campo de lo mental?
En cualquier caso, como señalaba Skinner, «para comprender qué significa mente, primero hay que considerar lo referente a percepción, idea, sentimiento, intención, y otras muchas otras palabras…, y se verá cómo cada una de ellas puede ser definida con ayuda de las otras. Tal vez por su misma naturaleza, no puede definirse a la mente. Pese a ello, se puede saber cómo se emplea el término y lo que la gente parece decir al utilizarlo» (Skinner, 1991, 39-40). Del análisis de alguno de esos usos, Skinner concluye que la mente es «hacedora» de cosas. «Es la parte ejecutora de procesos cognitivos. Percibe el mundo, organiza datos sensoriales en unidades coherentes, y procesa la información…Los procesos cognoscitivos son procesos conductuales; son cosas que hace la gente» (Skinner, 1991, 40).
Por su parte, Wundt entendía la psicología como un sistema que da razón coherente de los fenómenos psicológicos de forma empírica, experimental y repetidamente comprobable, advirtiendo, sin embargo, que hay fenómenos, como el pensamiento y la voluntad, no observables experimentalmente. Su estudio ha de hacerse de forma indirecta, mediante la interpretación de los datos culturales, como el lenguaje, el arte, las costumbres y las instituciones de los pueblos, que servirán de punto de partida y de campo de comprobación de las teorías propuestas» (Yela, 1993, 8).
Watson, consideró a la psicología «como ciencia positiva: un sistema que aspira a dar razón coherente de todos los fenómenos psicológicos de forma empírica y experimentalmente comprobable en el único campo en que esta comprobación es posible, a saber, en la conducta observable, físicamente registrable y repetible» (Yela, 1993, 8). A este respecto, podemos recordar la conocida definición de Watson (1924), según la cual, la conducta es lo que el organismo hace o dice, incluyendo bajo esta denominación tanto la actividad externa como la interna. Para él, pues, moverse es un comportamiento, pero también lo es hablar, pensar o emocionarse. Así pues, Watson no reducía el comportamiento únicamente a la actividad motora o movimientos, sino que admitía también la existencia de otros tipos de actividad (interna) del organismo, como la cognitiva o la afectiva, dentro del ámbito conceptual de la conducta o comportamiento. Igualmente, el término «conducta» o «comportamiento» no se limita a actos no verbales tan sólo. El lenguaje verbal y el no verbal nos proporcionan un punto de partida para hacer inferencias sobre los procesos que intervienen en el comportamiento.
Finalmente, Yela (1993, 9) indica que la psicología actual intenta «construir una psicología como ciencia que dé razón coherente de los fenómenos de forma empírica y experimentalmente comprobable en el campo de la conducta, pero considerada como conductas de un sujeto vivo y activo». Y se pregunta: ¿qué significa que la conducta lo sea de un sujeto?, para responder que «esas conductas son, a no dudar, algo que físicamente ocurre en este mundo espacio-temporal en que vivimos». Y, a la vez, estas conductas no son un mero hecho físico desprovisto de significación para los que las vivimos y ejecutamos. Por el contrario, significan algo para cada uno de nosotros». Y sigue diciendo: «la conducta es, en suma, acción significativa históricamente real… Significa algo para alguien. Se refiere siempre a algo significativo, a una situación buscada, proyectada o encontrada, a la que el sujeto responde según lo que efectivamente significa para él. Se refiere siempre a un sujeto que la prepara, proyecta o encuentra y que significativamente responde a ella. Ahora bien, la referencia significativa de alguien a algo es lo que estrictamente se denomina conciencia, es decir la relación intencional de un sujeto a un objeto… Si se prescinde de la conciencia o se la niega, se elimina la conducta como acción significativa de un sujeto… Pero la conducta, como acción significativa, es físicamente real. La intencionalidad de la acción es un momento de la conducta físicamente realizada en un mundo espacio-temporal. La conciencia lo es de la acción. No se manifiesta como algo puramente intencional, que consistiera en la relación entre un sujeto puro, reducido a su referencia a un objeto, y un objeto puro, reducido a ser término intencional de un sujeto. La conciencia no aparece como sustentada en sí misma a modo de una realidad aparte. Ese nombre común que designa la nota de ser conscientes que tienen las acciones físicamente realizadas, o, al menos algunas de ellas, las que más directamente interesan al psicólogo, que son significativas e intencionales y, al tiempo, físicas y corpóreas» (Yela, 1993, 9-10.)
Por ello, para Yela, la psicología siempre se ha ocupado de los fenómenos que llamamos percibir, imaginar, sentir, pensar, emocionarse y querer, y mantiene que todos ellos son conductas, es decir, acciones significativas, que exigen la admisión y el estudio de la conciencia. Y afirma «la psicología tiene que ser inevitablemente, aunque no se limite a ello, la psicología de la conciencia (Yela, 1993, 13). Incluso, en su opinión, todos los conductismos, desde Watson a Skinner, o Staats, tratan implícita o explícitamente de la conciencia, como una relación significativa de sujeto a objeto, ejecutada en una acción física. Cuando estudian una respuesta, la identifican como la acción significativa de un organismo vivo variable en los movimientos físicos con que se realiza. Esa relación significativa entre sujeto y objeto es, precisamente, lo que llamamos conciencia» (Yela, 1993, 15).
En suma, como han señalado Delgado Suárez y Delgado Suárez, 2006), a partir de estas reflexiones se puede considerar comportamiento tanto la actividad observable como la no observable, ya sea pensamiento, cognición, percepción, imaginación, incluso emoción (Ardila, 1988, 1991; Bayés, 1978; Ribes, 1980; Richelle, 1990; Skinner, 1974;1975; Wolpe, 1993). Como señala Bayés (1978), ciertamente el estudio científico del comportamiento conlleva la necesidad de poder definir el fenómeno que se está estudiando de la forma más objetiva posible, y que éste pueda ser observado, registrado o medido de alguna forma. Ello parece implicar la obligatoriedad de establecer una relación entre la objetividad y la posibilidad de observación pública de un hecho. Como indica Ribes (1991; 1980), al hacerlo así se delimita lo psicológico a partir del método, y no del objeto. Sin embargo, no sería correcto negar la existencia de parte del comportamiento humano porque resulte difícil acceder a él y observarlo. El acuerdo entre observadores no puede convertirse en la única clave para admitir la existencia de un fenómeno.
Por otro lado, al definir la conducta como la actividad de un organismo surgen dudas que es necesario dilucidar: la actividad gástrica, la respiración, la tos, el sueño, que sin duda son actividades del organismo ¿son conductas? Desde un punto de vista psicológico ¿ha de considerarse conducta todo lo que un organismo hace? ¿Dónde está la barrera entre lo psicológico y lo biológico? La respuesta puede ser que el comportamiento es la actividad de un organicismo «como un todo», y no la conducta de cualquiera de sus partes o sistemas.
Ciertamente, toda conducta implica actividad biológica en cuanto que es actividad ejecutada por un organismo biológico, y es a la vez psicológica y orgánica. Esto no significa, sin embargo, que debamos considerar que toda actividad biológica es conducta, en el sentido psicológico del término, ni que la conducta sea reductible a fenómenos fisiológicos o movimientos (Ardila, 1988; Ribes, 1980; Richelle, 1990). Es decir, que el nivel de análisis propio de la psicología no es el biológico. El estudio del comportamiento requiere su propio nivel de análisis (Kantor, 1967). Por otro lado, Szasz (1961) diferenciaba entre movimientos que, en cuanto tales, son sólo hechos biológicos, y los movimientos que son acciones portadoras de un mensaje o significado. Esta distinción entre la conducta y la actividad biológica sólo es útil en la medida que podamos definir qué entendemos por intencionalidad o significado. Finalmente, hay otra aproximación a la comprensión del comportamiento que lo considera como la interacción de un organismo con su medio, en el que se incluye al propio organismo y a su entorno físico y social. La distinción entre organismo y medio se hace desde un punto de vista funcional. Desde este punto de vista, el comportamiento no se define sólo en función de la actividad del sujeto, sino que también en función del contexto medioambiental en el que se produce (Arana, Meilán y Pérez, 2006; Hayes y Hayes, 1990; Ribes, 1980, 1982, 1990; Richelle, 1990; Skinner, 1938, 1957). Así, como fenómeno psicológico, la actividad del organismo no puede separarse del medio en el que se produce (Morris, 1984; Ribes y López, 1985). El comportamiento o relación que se establece entre el organismo y el medio se construye a partir de la experiencia del individuo, sobre la base de lo biológico» (Ribes, 1990). Por ello, una misma actividad biológica puede formar parte de comportamientos diferentes en la medida que esté relacionada con situaciones o ubicada en contextos distintos. El comportamiento se construye, a través de la experiencia de la persona, a lo largo de su vida.
En mi opinión, toda esta reflexión es la que aparece en la definición de la psicología que hace Pinillos en sus Principios de la Psicología, (Pinillos, 1975, 692) cuando dice: La Psicología es el estudio de «aquella actividad mediante la que los organismos existen en sus respectivos medios, respondiendo a sus estimulaciones y operando sobre ellos, de modo propositivo en parte consciente» (y a la que habitualmente llamamos comportamiento o conducta).
Una definición que presupone un concepto de comportamiento o conducta que incluye la actividad abierta u observable (conducta visible) y también la actividad encubierta o inobservable directamente (como pensamientos, recuerdos, motivaciones, emociones).
Los fundamentos de la Psicología deben consistir, pues, en la exposición y discusión de los principios fundamentales del comportamiento, aquellos que ha identificado como tales la investigación hasta hoy, cómo se relacionan unos con otros, y los conocimientos establecidos sobre los diferentes factores psicológicos básicos que participan en la explicación del comportamiento. Todos los cuales suelen recogerse en lo que se denomina la «ecuación básica de la conducta».
Este libro pretende proporcionar a quien lo estudie una base sólida para entender el comportamiento humano, y prepararle para, si así lo desea, llevar a cabo posteriormente un estudio más intenso.
Los autores han tenido en cuenta a los potenciales lectores del libro: estudiantes que quizás sea lo único que estudien de Psicología a lo largo y ancho de sus estudios sea este libro; pero no han olvidado que, incluso para estudiantes más avanzados, es muy útil una puesta al día adecuadamente vertebrada como la que aquí se ofrece. Y, desde luego, han pensado que su lectura ha de ser «reforzante» para el lector, aplicando precisamente uno de los principios básicos del aprendizaje.
Jesús Rodríguez Marín
Detalls del llibre
- Editorial
- Editorial Sanz y Torres
- Any de publicació
- 2022
- Idioma
- Espanyol
- ISBN
- 9788418316883
- LAN
- 142e13a59923