INSTRUCCIONES A LOS SIRVIENTES 2ªED

Esta tradición no se apoya en la originalidad del argumento ni tampoco en la calidad del ingenio, sino en lo lejos que el creador está dispuesto a llegar para neutralizar la monotonía de un libro de instrucciones, por ejemplo, o la calidad de la observación de las cosas pequeñas, la descarada elección de detalles. «Nunca envíes a la mesa un muslo de ave», recomendaba Swift a la cocinera en este libro, «mientras haya un perro o gato en la casa a los que se pueda acusar de haber huido con él». Hasta ahí, todo bien; razonable y plácidamente subversivo, pero en la siguiente frase la lógica de Swift se desboca de forma maravillosa. «Si no hay ni uno ni otro, debes culpar a las ratas o a un extraño galgo». El extraño galgo, con la ayuda de las ratas, aparece para arrancar la frase de las aburridas y encomiables fauces de la sátira y tragársela en un festín de misterio y disparate. Es un golpe de genio, de los que abundan en muchas frases de Instrucciones a los sirvientes. Colm Tóibín

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