Animal

El animal de estos poemas sueña y escribe y lee y espera y ama y camina. Conoce la impaciencia: «Para qué / seguir esforzándonos. / Para qué / amar tanto». Conoce las rutas entre los trozos de algo y el dolor: «Ardua tarea la de caminar / entre tanto cuerpo / por los suelos, / tanta pierna, tanto brazo / dislocado». Y lo intenta decir todo en un lenguaje directo, explosivo, que se plaga de mínimas rupturas, de enumeraciones y frases entrecortadas. «Habita allí dentro / una hermosísima tempestad / agitando cuanto puede, / saliendo por los orificios nasales, / por los oídos, por la boca». El poema tiene la extensión de esa tormenta interior, el ritmo de la respiración que no se contiene. Tomar aire para decir en un impulso único el desasosiego o la hermosura. Andrés García Cerdán en el Prólogo.

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