Colores del toreo
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Colores del toreo

PRÓLOGO

Lo confieso: como muchos aficionados que se consideran enterados, durante mucho tiempo he creído que no había que prestar mayor atención a los trajes y a sus colores, sino que había que concentrarla en lo fundamental, lo que no salta a la vista pero que se resuelve en términos de masas y de siluetas enmarañadas, en el ritual de los pases y en la armonía íntima del temple (y ocurre esto porque seguimos soñando con la imagen del cuerpo desnudo de Belmonte toreando en la noche de Tablada). Pero este libro llega en el momento oportuno para demostrarnos que nada es secundario en la fiesta, porque todo está cargado de historia y de sentido, empezando por el traje y sus adornos que dan cuenta a su manera de la liturgia taurina. Al detallar todos los elementos que los componen, al recordar su origen y los términos exactos que les corresponden, Paco Delgado, orfebre en la materia, no solamente enriquece nuestros conocimientos, demasiadas veces rudimentarios, sino que nos proporciona claves de lectura cuya agudeza es suficiente para convencernos de que los “accesorios” son parte de lo esencial. En primer lugar se halla la clave que se refiere a la evolución del tiempo y del estatuto social: el traje de los toreros era, en principio, el mismo del pueblo del que formaban parte, pero poco a poco fue distinguiéndose del de la masa, recuperando las hebras de plata y oro de la nobleza suplantada en la arena, así como las hombreras recuerdan a las que remataban la armadura de los caballeros. Además, la vestimenta consagra su singularidad como oficiantes de un rito que se sitúa más allá de la sociedad y de la vida corriente. El autor recurre también a la interpretación antropológica. Por ejemplo, observa con tino que el carácter ajustado de la taleguilla resalta los atributos masculinos, con lo que denota el dominio del hombre sobre la bestia, pero que, por el contrario, la montera, debido a su color y consistencia, acerca curiosamente al matador y a su adversario, con lo que se establece una sutil metáfora del Minotauro. Señala también que algunos adornos -espiga o espiguilla- o algunos motivos que decoran el traje o el capote de paseo se remiten al mundo vegetal o religioso, con lo que invocan a la vez el impulso vital y el poder de quien lo supera. Por último, se detiene en la palestra de los colores que exhiben los trajes de luces, en los términos que les suelen definir y en el poder de atracción o repulsión que ejercen en unos u otros toreros: rosas y lilas, curiosamente femeninos en este contexto, verde y morado nazareno -inquietantes para algunos-, bordados negro azabache que, llevados por los matadores, reivindican su condición de artistas… El inmenso Pepe Luis Vázquez sostenía que el mayor reto para el valor de un torero era el de soportar la visión del traje de luces sobre la silla, antes de la corrida. De hecho, al leer el revelador texto de Paco Delgado, ilustrado por las magníficas fotos de Juan Pelegrín, se comprende que ese traje aísla al hombre y lo refuerza en cierta manera ante su lidia frente al toro y a la multitud, pero también le revela en su personalidad más íntima.

François Zumbiehl

Ver presentaciones: (AQUÍ)

Detalles del libro

Editorial
Edicions Bellaterra
Año de publicación
2013
Colección
Muletazos
Idioma
Español
ISBN
9788472906105
LAN
550ca82875f3

Formato

Desconocido

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