Cuentos crueles

Cuando el joven conde Villiers de L'Isle-Adam (1838-1889) se repone de un fracaso sentimental en la abadía de Solesmes, toma contacto con las vidas de santos, narraciones de hechos ocultos. Durante años de gloria o de privaciones escribiría alimentado por esta corriente. Trabajando en la preparación de los Cuentos crueles, Villiers escribió a Mallarmé: <<...será el preciso aterrizar al lector... Me alegro por haber hallado, finalmente, el cambio hacia el corazón del burgués>>. Un camino que hoy, ante nuestros ojos, brilla con todo el esplendor del fin de siglo.

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