El copista de Carthago

Bitinia, siglo III d. C. Un joven ratero es atrapado por robar en un mercado, y es vendido como esclavo. La pasión por los libros le lleva a hacerse copista y recorrer el Mediterráneo, siendo testigo de hechos que cambiarán la Historia.Siendo apenas un niño, Craso es rescatado de la cárcel para trabajar en una villa. Allí conoce la literatura. Y el amor por los libros le lleva a recorrer el Mediterráneo: Corinto, Alejandría, Gades…En Carthago encuentra el amor y se hace cristiano. Sobrevive a la persecución del emperador Diocleciano y está presente en la lucha contra las primeras herejías. Decepcionado por la división y el enfrentamiento, se retira a la Tebaida. Lo que descubre allí da sentido a su vida.La crítica ha dicho: «El Imperio romano es un atractivo escenario muy transitado por la novela histórica […]. No resulta fácil, por tanto, hacerse un hueco en el género. Sin embargo, Miguel Ángel Nievas lo ha conseguido ya con su primera novela, ‘El copista de Carthago', debutando con acierto en la narrativa.» Carmen R. Santos, ABC «Hay que reconocerle a Miguel Angel Nievas la valentía de estrenarse en el mundo de la literatura con una novela ambientada en el tiempo del Imperio romano, una época reiteradamente usada para elaborar historias y que sin duda alguna se pueden comparar entre autores, de tal manera que resulta posible determinar quién ejerce mejor destreza literaria, habiendo superado en este caso con nota su debut en estas lides.» Jorge Pato García, El imparcial «De esta obra de Miguel Ángel Nievas (Zaragoza, 1962) hay que destacar su labor de documentación, profunda pero sin que resulte cargante para el lector, en un periodo complejo de la historia del cristianismo, que, en su expansión, tuvo que hacer frente a grandes problemas externos e internos.» Luis Arenal López, Aceprensa «A mi modo de ver estamos ante una obra altamente recomendable para aquellos interesados en la Historia, con el aditamento de narrar una época no muy tratada en el género. Reúne dos cosas fundamentales para que un libro guste, la amenidad y la erudición. Quien suscribe ha aprendido algo leyéndolo. Estimo que no es cosa baladí.» Fernando García, Heraldo