El (des)orden de los discursos

Hablar no es nunca neutro. Este conciso aserto, que da título a una obra de Luce Irigaray, se nos antoja como un punto de confluencia entre los dos temas capitales que se abordan en este libro. Es, en efecto, una premisa que subyace tanto a las reivindicaciones de la corrección política como a la realidad de la traducción el desencadenante, además, de una pregunta pertinente y vital para ambas, a saber, ¿cómo actuar de una manera ética al cometer esa indignidad, que decía Deleuze, de hablar por otros? No es ése, con todo, el único aspecto en el que traducción y corrección política se superponen. Están asimismo unidas desde el momento en que en nuestra cultura se halla presente este discurso originalmente norteamericano. El término políticamente correcto , de hecho, se ha convertido en un comodín léxico que roza lo manido, y en general la corrección política en un tema de actualidad que se debate y palpa en nuestra cultura. Simplemente esto permite presuponer la existencia de un complejo intercambio entre dos sistemas culturales, una transacción de ideas y significados, un movimiento transfronterizo de argum

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