Lo perdido

Una de las virtudes que buscamos en un autor es que nos abra su mundo, que nos deje entrar en su casa, la más íntima, la que una vez amó y que, tras años de convivencia, es capaz de mostrarse tal como es: el jardín, la cocina, el espejo de tres lunas, la abuela, sus manos húmedas como semillas germinando al sol. La otra virtud es que nos enseñe a leer, no su mundo, sino el nuestro, el que hemos olvidado y buscamos recobrar.

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