San Onofre, el anacoreta

Un ejemplo máximo de ascesis y penitencia, en la Tebaida egipcia, en el siglo IV. Y la historia empieza así: 'Ciertamente, el nombre no hace la cosa. Shakespeare escribía (Romeo y Julieta) que una rosa haría el mismo olor dulce con otro nombre. La filosofía nominalista y la onomástica (rama del estudio de los nombres propios) tienen, en cierto sentido, aspectos en común. Elegimos los nombres para bautizar a nuestros hijos por criterios que han ido evolucionando: fidelidad de la fecha de nacimiento con la del santoral, para preservar nombres de la saga familiar, para celebrar el santo con el de alguna figura de veneración local o regional...'

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